Desde las penas más duraderas hasta las felicidades más efervescentes son descritas por mí en este espacio que nadie lee ni debería leer porque de una u otra manera sabrían que fui yo, una loca desolada, terriblemente entristecida, re loca y re fumona, que escribe porque no tiene con quien hablar.
Hoy es su día, feliz día, amores míos.
Hoy pienso en ambas al mismo tiempo.
Son frías, mentirosas y perras fieles.
A una se le ocurrió morirse, a la otra le importó un carajo y sigue viva, sin remordimientos ni miramientos antes de pescar una nueva víctima.
Nacieron el mismo día, tienen la misma voz y los gustos casi idénticos.
Ambas son del barrio de San Isidro y han estudiado en el mismo colegio, El Belén.
Mis dos últimas ex novias han sido muy buenas amantes, eso no se puede negar, pero si tengo que escoger, y a mí se me da muy bien escoger, me quedo con Shoshana Waisman.
Si tengo que elegir el amor que sentí por cada una, creo que, no escogería a ninguna, no las amé, solo las quería pero sin más. Un cariño joven, inexperto y perturbado.
Enhorabuena las he conocido y gracias al azar o al destino que ya estoy con ellas, porque era autodestructivo, un trio tóxico y corrosivo.
Gabriela es una persona taimada, tímida y algo inexperta, pero mala, en el fondo una cucaracha gorda, sin ser gorda, una mujer joven pero insana, esquizofrénica y torpe, profundamente religiosa y cucufata. Una oligofrénica del orto.
Shoshana Waisman, en cambio, es una mujer hermosa, morena, y muy judía, re drogadicta y adicta, en su momento, a mí. Desinhibida como ella misma, una loca promiscua que es incapaz de mantener un compromiso con alguien, o de mantener promesa, incapaz de mantenerse sobria porque siempre está hasta arriba de coca y de pastillas barbitúricas.
Salud.
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