Todas las noches después de volver del trabajo mi esposo S me obliga a caminar por lo menos dos kilómetros como parte de mi rutina de ejercicios nocturnos pasadas ya la medianoche. Mi ruta es caminar desde mi casa hasta la noria del puente. Estoy gorda y un poco rolliza (mofletuda también) pero tampoco como para estar bajo tortura permanente todos los días.
Todos, menos mi S, que dice que así rolliza y cachetona le gusto más, me dicen que estoy gorda, que parezco una foca, un sajino, un ropero con patas. Bueno, quién no ha estado un poquito subida de peso, y de barbitúricos y de queso Brie y de María. Sé que estoy gorda y que soy una foca y que me parezco a Jabba the Hutt, pero me da igual, no me encrespo, no me agobio. Soy una gorda a propósito, soy una gorda de peso, con carácter, soy gorda por elección porque prefiero ser gorda comiendo queso Brie y tomando vino todo el tiempo que ser una flaca escuálida con cara de mamagüevos. Soy gorda porque tengo una relación promiscua con los los quesos, el jamón Joselito y el vino.
A mí me gusta comer, como buena peruana golosa y orgullosa de su comida y como buena gorda que vive y come como ibérica. También soy muy floja para hacer ejercicios, ya quisiera ser como mi esposo, que le encanta hacer yoga, estiramientos, correr y sudar, sudar la gota gorda, aunque la única gorda soy yo.
Todas las mañanas despierto antes que todos para ir a la cocina y tomar una buena copa de mi merlot favorito y empacharme con una buena tajada de queso Brie trufado y luego esperar mi desayuno dietético, microscópico, como para astronauta en la estación espacial. Un batido de espinacas y limón, una tostada y jamón de pavo, como si eso fuera suficiente para este bólido de cien kilos. Imposible, yo sin mis jamones no camino, no pienso y no escribo. Yo, sin el vinito mañanero no soy feliz.
Me he dado cuenta que yo soy un jamón y, que probablemente cuando muera en el epitafio de mi lapida diga: "He aquí Martina Sadoc, quien en vida fuera embajadora de jamón Joselito, buena esposa, buena madre y buena amante de los embutidos ibéricos y de los vinos franceses, y adicta entre otras cosas al queso Brie trufado".
Soy una gorda judía adicta a los embutidos ibéricos, soy judía porque mi mami es judía y mi abuela también lo era, y tengo una relación promiscua con los quesos franceses en especial con el queso Brie trufado de Toulouse. Soy gorda y mórbidamente golosa, melosa y libidinosa por la comida no me preocupa; no me importa lo que digan los demás respecto a mi estado de salud y aspecto físico (como buena peruana que soy, me llega al huevo). Varias veces he intentado hacer dieta y ponerme en forma (en forma de bola), hacer ejercicios y mejorar mi salud pero realmente no quiero, no me apetece, lo que si me apetece es una buena tajada de queso ahora mismo, lo he intentado todo: la dieta del jengibre, para quemar grasa, la del limón, para no comer jamón, la del pollo, para bajar los rollos y hasta la del lagarto (esa mejor no explicarla). Y, no puedo, no puedo bajar de peso, cada día peso más.
Mi destino es ser gorda pero una gorda feliz y ensimismada.
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